sábado, 27 de enero de 2007

HAMBRE


La tele predicaba el último pela patatas del siglo, en la calle alguien silbaba una melodía amarga y yo me bebía la soledad en tragos largos.
Estaba empapado en sudor, el sudor frío de la culpa y aquello no me disgustaba del todo. Rita había llamado por teléfono con su vocecilla de “notengopastaparaunpinchazo” y yo le había colgado con el gesto de “me importa una mierda”.
El pela patatas dio paso a una película y apagué el aparato para escuchar mejor la melodía callejera. A ratos era triste, a ratos afligida y ese sorprendente final de gritar directo a mi ventana.
“Abre la puerta gilipollas”
Era Charles y su viejo sombrero años cuarenta. Bebimos vino y fumamos una mierda a medias entre hierba y opio. Charles tenía un plan.
--Tú distraes a la putilla con alguna historia de las tuyas –dijo--, y yo mientras voy al fondo de la tienda y le saqueo algo de carne.
Le dije que estaba bien y salimos rumbo a matar el hambre y de paso el aburrimiento.

La putilla era Mina, una negraza de pechos enormes que me saludo con la sonrisa cansada. Le conté sobre el nuevo pela patatas que silbaba una canción country a medida que le sacabas la monda y ella reía. Mi colega salió de allí haciendo una reverencia con sombrero en mano.
Al rato, y para no levantar sospechas, le pagué una cajetilla de tabaco y seguí el ritmo de las notas de Charles. Me esperaba en el callejón, había logrado asociarse una bandeja de carne picada y una lata de spaghetti.

De vuelta en el piso encontramos la puerta abierta y un reguero de sangre que sorprendentemente manchaba, incluso, el techo. El rastro era sencillo de seguir y aparcamos la curiosidad en el baño. Rita, al no encontrar una vena sana había optado por la del cuello, de allí lo del techo. Fue su pinchazo definitivo, lo supimos en cuanto vimos la sonrisa muerta.

Cocinamos los ingredientes aliñados con un poco de condena y comimos frente a la tele. Rita podía esperar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo había leído algun tiempo atrás y me gustó. En esta madrugada fría en que lo releo una vez más, veo que realmente es fantástico. Marcelo